Alierta y Slim: rivales eternos en América

Los dos empresarios mantienen una enconada rivalidad empresarial desde hace más de una década. Aunque Telefónica es más grande que su rival en ingresos y ebitda, América Móvil, el gigante mexicano propiedad de Slim, la supera en clientes y capitalización.

Todo el mundo sabe que las telecomunicaciones en Latinoamérica están dominadas por dos gigantes empresariales: la mexicana América Móvil y la española Telefónica. Los dos grupos han tejido un enorme entramado de empresas que les han permitido controlar la mayor parte de los negocios latinoamericanos del sector.

E, inevitablemente, la rivalidad empresarial se ha personificado en Carlos Slim, principal accionista de América Móvil –dueño, además, de medio México y el hombre más rico del mundo–, y en César Alierta, presidente ejecutivo de Telefónica.

Esa rivalidad se empezó a fraguar en 1990, cuando Slim, entonces un próspero empresario con buenos contactos con el Gobierno del presidente Carlos Salinas, formó un consorcio con la americana SBC y France Télécom para participar en la privatización de Telmex, la telefónica estatal mexicana, en la que lograron el paquete de control (un 20,4%) por 1.720 millones de dólares, un 16% más que el precio que marcaba entonces en bolsa. Slim ganó por un estrecho margen al grupo de Telefónica, en un proceso sobre el que sobrevoló la sombra de la información privilegiada.

El desembarco español Para entonces, la española ya estaba en la región, donde había puesto el foco al calor de las privatizaciones. Luis Solana, Cándido Velázquez y Juan Villalonga, los sucesivos presidentes de Telefónica, fueron completando un puzle: primero Argentina, luego Chile, Perú, Puerto Rico y Río Grande do Sul (Brasil). Y en la privatización de 1998, Villalonga puso todos los huevos en la cesta del premio gordo –Sao Paulo y Río de Janeiro– y ganó.

La llegada de Alierta, en el 2000, se tradujo en la entrada en México, Colombia, Reino Unido y Alemania, la compra de diez operadoras a Bell South, la consolidación de Brasil al tomar el control total de Vivo y, más recientemente, la compra de la alemana E-Plus. Ahora, puja por la brasileña GVT para reforzar su negocio fijo y dejar sin alternativa a su rival, TIM Brasil.

Una de las razones obvias para el éxito de ambas en Latinoamérica –además del buen hacer de las dos compañías– tiene que ver con la sorprendente ausencia de operadoras estadounidenses en la zona. En 1984, el juez federal Greene resolvió el caso antimonopolio de EEUU contra el gigante AT&T, decretando su ruptura en siete monopolios regionales. Greene creó, de la noche a la mañana, un Reino de Taifas en EEUU, que llevó a la industria norteamericana a poner, desde entonces, todo el foco en el mercado interior, en busca de un proceso de consolidación que aún no ha terminado.

Pero el descuartizamiento de AT&T no sólo provocó que los mayores esfuerzos de estrategia de la industria estadounidense se centrasen en comerse al vecino del otro lado del Mississipi, en vez del que estaba más allá de Río Grande, sino que también propició que, durante muchos años, los grupos estadounidenses tuvieran un tamaño relativo mucho más pequeño que la antigua AT&T, lo que les hizo más vulnerables.

Eso, unido a la inestabilidad económica que sufrió Latinoamérica en las décadas de los noventa y los dos mil –con crisis como el Efecto Tequila y el Efecto Tango– generó anticuerpos ante el mercado latino entre las operadoras de EEUU. Así, los grupos estadounidenses o bien no apostaron a fondo por la región, o decidieron vender sus participaciones cuando las cosas pintaban feas, o incluso desinvirtieron en la zona para financiar sus procesos de consolidación dentro de EEUU.

De hecho, esa fue una de las vías de crecimiento, tanto de Telefónica –que en 2004 compró diez operadoras latinas a la norteamericana BellSouth, que necesitaba el dinero para la consolidación interna del mercado móvil– como de América Móvil, que en el mismo año se hizo con AT&T Latin America y por tanto con sus operaciones en Argentina, Brasil, Colombia, Chile y Perú.

Pero la estrategia de crecimiento de los dos grupos también fue diferente. Telefónica apostó, en general, por comprar operadores incumbentes –los antiguos monopolios privatizados– como ocurrió en Chile, Argentina, Perú, Sao Paulo o Colombia. América Móvil, aunque nacida de un supermonopolio como el mexicano –24 años después de la privatización y de la supuesta apertura del mercado aún controla el 70% del negocio móvil y el 80% del fijo de su país de origen– optó más por comprar grupos alternativos y de cable.

Telefónica es más grande El resultado de este proceso es que, con los datos del ejercicio 2013 en la mano, Telefónica es bastante más grande. La mexicana logró 44.400 millones de euros al cambio actual, mientras que la española facturó 57.061 millones de euros, un 22% más que su rival. También es un 25% mayor el ebitda de la española: 19.077 millones por 14.438 millones de la mexicana.

Sin embargo, el valor bursátil de América Móvil es un 13% superior al de Telefónica –61.300 millones de euros frente a 53.400 millones–, especialmente después del rally que ha acumulado en las últimas semanas, donde ha ganado un 30% de capitalización.

Además, América Móvil ha crecido más rápido en Latinoamérica que su rival, partiendo de un tamaño menor. Si sólo tomamos los activos de la región –excluyendo Europa y EEUU–, la mexicana es, ahora, mucho mayor que la española. América Móvil facturó, entre Río Grande y Tierra de Fuego, unos 38.800 millones de euros en 2013, frente a los 29.100 millones de Telefónica, lo que supone un 33% más. Y también maneja más clientes: a junio de 2014 contaba con 312 millones de accesos (entre fijos y móviles) frente a los 222 millones de Telefónica, un 40% más.

La gran diferencia que provoca el desequilibrio es México, donde la enorme cuota que los sucesivos gobiernos han permitido conservar a la firma de su país se transforma en una facturación de más de 15.500 millones, diez veces más que los 1.580 millones que facturó Telefónica en el mercado azteca.

El negocio mexicano de América Móvil es, incluso, mayor que el de Telefónica en España –13.000 millones en 2013– ya que la española ha sufrido una encarnizada competencia en su mercado doméstico, sobre todo desde 2008, debido a la liberalización y la crisis económica, algo que apenas ha notado Slim en el suyo.

Pero México no es el único mercado en el que la empresa de Slim es más grande que Telefónica, ya que eso también ocurre en Colombia y Ecuador. A cambio, Telefónica es mucho mayor que su rival en los países en los que compró al operador histórico, como Argentina, Perú y Chile, así como Venezuela y, además, no cuenta con la competencia de Slim en su mercado doméstico, aunque el empresario mexicano siempre ha amagado con entrar. De hecho, el pasado lunes, al recoger un premio en Marbella, aseguró: «España está saliendo de una crisis profunda y fuerte, pero creo que poco a poco se va superando. Hay que invertir en España. De eso sí que estoy seguro».

Sus batallas empresariales Las escaramuzas empresariales entre Telefónica y América Móvil –entre Alierta y Slim– vienen de lejos. Empezaron con Telefónica en México, donde la española es el segundo operador desde hace una década. Pero a pesar de sus ingentes inversiones, el grupo español no ha conseguido ganar apenas cuota de mercado, mientras que las empresas de Slim mantienen una superior al 70%.

De hecho, ahora va a maniobrar vendiendo una parte de sus clientes para evitar la regulación liberalizadora que quería aplicar el Gobierno mexicano, lo que le ha permitido dispararse en Bolsa.

Antes, en 2007, Slim intentó comprar Telecom Italia, pero al final fue Telefónica la que logró convertirse en el socio de referencia. Algo parecido pasó en Colombia, donde tras la anulación de la privatización de la operadora estatal, ganada por América Móvil, fue la operadora española quien la consiguió. El último capítulo se produjo en Alemania.

Slim compró el 24% de la holandesa KPN en contra de la posición del consejo. Telefónica convenció a la holandesa para que le vendiese su filial alemana. Esta operación consolidaba la posición de Telefónica en el primer mercado europeo, a costa del crecimiento futuro de KPN. Pero Slim se opuso al acuerdo y obligó a Telefónica a mejorar la oferta –KPN logrará ahora el 20% de la sociedad resultante en vez del 17%– para lograr el apoyo mexicano.

Fuente: Expansión

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