Marito vs Efraín: el próximo inquilino del Palacio de López

* Crédito columna: José Carlos Rodríguez, Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP).

Las internas de los partidos cambiaron el escenario político. Las elecciones generales del 2018 tienen las pistas definidas. En primer lugar, dentro del coloradismo o partido predominante hay una propuesta definida, un candidato ganador y una nueva hegemonía. Y, en forma indirecta, la hay en la oposición.

La opción de candidaturas fue resuelta a favor de Mario Abdo Benítez, con su victoria sobre Santiago Peña, dentro del ámbito del actual gobierno. Con esto se genera una definida alternancia. El proyecto de Honor Colorado fue desplazado del gobierno. La tradición partidista tradicional dominó a la tradición técnica empresarial de Horacio Cartes.

En la oposición, sólo se manifestó lo que era predecible. Efraín Alegre tuvo una victoria con mucha ventaja sobre Mateo Balmelli. Habrá abrazo republicano y también habrá abrazo liberal. Y también habrá un abrazo entre los ‘independes’ y los liberales, cuyo polo predominante se aglutina alrededor de Fernando Lugo. Una reconciliación que supera el golpe parlamentario contra Lugo, del 2012.

Desde el punto de vista electoral, el coloradismo unido enfrentará a una oposición también unida. Eso en principio favorece al coloradismo. La derrota contra Lugo se había debido en parte a la falta de unión colorada, el poco apoyo de los perdedores de la interna (Luis Castiglioni) y del enfrentamiento contra el oviedismo, que era una división colorada.

Pero el dato no es tan simple. Ya que hay debilitación del coloradismo. Si en la interna Peña fue un casi-no-colado contra el heredero total de la tradición colorada, esa fue una victoria de pocos puntos. Y eso no empuja sino a la mitad de los electores, los que participan en la interna, los más militantes.

Queda la pregunta sobre ¿qué harán los nuevos electores?, ciudadanos y ciudadanas que entran a la política sin haber pasado por la socialización de los partidos tradicionales.

Los programas en la tradición política no son el imán del voto. Es más la figura del líder (carisma), la identidad partidaria (afiliación) y también la convocatoria misma (incluso los estímulos materiales, o ‘compra de voto’). Según cálculos recientes, la edad y el sexo también influyen. La importancia de los programas es todavía menos importante en las ‘internas’.

Pero los programas aumentan su importancia el día siguiente, para el ganador, y, en menor medida, para la minoría, un oposición. Eso se vio en los gobiernos anteriores. Las promesas de ataque a la pobreza influyeron en el gobierno Cartes; las de solidaridad con los pobres influyó el gobierno de Lugo; el liberalismo y la privatización influyeron sobre la acción de Wasmosy, y así, sucesivamente. Es verdad que en sentido estricto más que programas hay líneas programáticas.

El impacto de los programas, y de la implementación de sus líneas, dependerá también de otras cosas. Sobre todo de la voluntad política de priorizar intereses, en particular cuando hay situaciones contrapuestas, en las cuales no se puede dar el gusto a todos. Para que unos ganen otros deben perder. Y en segundo lugar pero de máxima prioridad, los recursos. En política se hace un poco lo que se quiere y mucho lo que se puede.

En el programa de Mario Abdo resaltan los temas de visión de Estado, seguridad, justicia, educación, salud, trabajo, economía, TICS.

En el programa de Efraín Alegre resaltan justicia, educación y cultura, equidad tributaria, soberanía hidroeléctrica, Estado social (derecho a la salud, educación trabajo, casa), reforma agraria, pueblos indígenas y medio ambiente, innovación.

Hay temas comunes, como ser la educación, la salud, la innovación y la administración de la justicia. Al fin y al cabo vivimos en el mismo país. Pero hay diferencias que también son importantes y hacen una buena diferencia. En primer lugar la omisión del problema fiscal, del problema energético y de la reforma agraria en el programa colorado. No es que se desconozca la reforma agraria (el programa colorado la menciona) pero sólo como mala práctica y en todo caso, no como promesa, sino para desentenderse del tema.

Las diferencias son más grandes que las del segundo decimales. El programa de la Alianza para Ganar de Alegre es, en general, un proyecto progresista, pensado como programa mínimo de una alianza cuyo origen había sido la voluntad de cambio del gobierno liberal presidido por Fernando Lugo y cuyo prestigio radica en buena parte de la memoria de haber realizado algunos cambios sociales, sobre todo en educación y rigor de la gestión.

Mientras que el programa colorado de Abdo Benítez es un proyecto conservador, al gusto de la élite económica del Paraguay. Mirando a su aspecto comunicacional, el programa colorado es un programa mediático publicitario, que se embandera con los temas vanguardia de la gran prensa que alienta el alarmismo sobre temas superficiales para incrementar sus ventas y se desinteresa por aquellas relaciones más constantes de la sociedad que condicionan la no solución de sus problemas.

La ciudadanía tiene las opciones institucionales y personales a la vista. Y elegirá. En tiempo en el cual el giro a la izquierda está en reflujo, en general, pero los reclamos sociales no lo están. Y en el cual una crisis mundial de liderazgo de los más poderosos permite a los pueblos y a los países más pequeños, como el nuestro, más libertad que antes.

 

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