Es el capitalismo, estúpido

Crédito: Aldo Martínez, economista.

* Columna publicada como parte de la nota de tapa de la edición impresa de Revista PLUS Febrero 2018. 

Viena (Austria) – Los economistas tienen dificultades para explicar por qué el crecimiento de la productividad se ha ido reduciendo últimamente. Una de las razones podría ser que las inversiones en I + D (investigación y desarrollo) ya no están redituando como en los 60’s y 80’s.

Por ejemplo, el efecto tecnológico de la ley de Moore en el crecimiento económico se está frenando y la productividad en la agricultura está en declive. La situación es preocupante debido a que una parte importante de la humanidad que vive en la pobreza depende de este crecimiento económico para salir de esta y otra parte para mantener los niveles de consumo y el sistema de jubilaciones.

Además, la situación es preocupante porque todo el sistema capitalista actual depende de la confianza en el futuro; y sin crecimiento, el juego de sillas musicales no puede continuar, no hay crédito y la confianza en el futuro se desploma.

Ante este escenario nada adelantador, de acuerdo a personas que trabajaron e invirtieron de manera temprana en plataformas tecnológicas como Facebook, Google y Amazon; los mejores ingenieros del mundo se dedican hoy en día a configurar cómo hacer que sus usuarios permanezcan más tiempo conectados, usando notificaciones constantes y recompensas variables para fomentar la adicción psicológica.

Es decir, por una cuestión de diseño de software, aprovechando que todos estamos conectados a este sistema, nuestras mentes son secuestradas por medio de las tecnologías digitales que utilizamos diariamente y que se han convertido en adicciones como las del azúcar, el alcohol o la cocaína.

Somos adictos a verificar una notificación de mensaje de Whatsapp, a visitar  Youtube o Twitter por unos minutos solo para encontrarnos una hora más tarde haciendo click y navegando en internet sin propósito alguno.

Que ingenieros brillantes se dediquen al gran negocio de fomentar la frivolidad generalizada, no es una sorpresa, si consideramos que seguramente con buena intención, Newton dedicó tanto o más tiempo a la alquimia que a la física; o que la reina Victoria de Inglaterra fue en su momento una de las mayores narcotraficantes del mundo.

El problema es que la combinación de economía de plataformas, machine learning, internet, big data y ciencias cognitivas están socavando las instituciones democráticas de gran parte del mundo, la capacidad de concentración de por lo menos dos generaciones y el foco de actividades relevantes en I + D.

Por una parte, las redes sociales, empoderadas a través de las grandes plataformas tecnológicas, amplifican burbujas ideológicas rígidas y extremas por medio de filtros y noticias fraudulentas que crean realidades digitales falsas. Pienso en el auge de la extrema derecha en países como Austria y Alemania; y en el uso de “bots” para crear tendencias de políticas retardatarias en Paraguay.

Pareciera que existe un cambio de una democracia mediática de la vieja guardia a una democracia de la indignación de la nueva era digital. La democracia mediática estuvo dominada por los medios de comunicación clásicos y la enorme autoridad interpretativa de los periodistas que deciden qué es relevante y qué no lo es.

Hoy en cambio, todos pueden acceder sin barreras a las redes sociales y crear una tendencia. Algo que no es solamente negativo asumiendo que la indignación a menudo tiene una doble cara. A veces puede ser un espectáculo malvado, un ataque de acoso o un odio desinhibido. Y luego puede actuar como una fuerza que cambia la sociedad.

Por otra parte, el uso irrestricto de las redes sociales está teniendo un impacto negativo en la productividad del lugar de trabajo, ya que los empleados pueden pasar diariamente más de la tercera parte de su tiempo en las redes sociales. En el pasado, algunas universidades empleaban a los mejores expertos en AI (inteligencia artificial) del mundo. Ahora las empresas tecnológicas están saqueando los departamentos de robótica y AI contratando a los mejores docentes y estudiantes, atrayéndolos con grandes salarios similares a los que obtienen los atletas profesionales de las grandes ligas mundiales con el propósito de optimizar la capacidad de adicción de botones “Me gusta.”

Debido a la naturaleza adictiva del alcohol, el tabaco, la pornografía, los juegos de azar y la marihuana; las sociedades modernas tratan de regular el consumo de éstos. Tomando el ejemplo del tabaco, se podría argumentar que estamos viviendo tiempos similares anteriores al descubrimiento de la conexión entre su consumo y el cáncer de pulmón.

Aunque lo que pareciera es que en nuestro trato con las redes sociales, estamos aún en la “pubertad mental” debido a un desconocimiento profundo sobre cómo nos afectan como sociedad.

Si se demuestra el link entre el uso de las redes sociales y un comportamiento adictivo ¿sería factible también regular su consumo?  ¿Qué tan democrático sería esto? ¿Serían las plataformas tecnológicas las nuevas tabacaleras de estos tiempos? ¿Cuáles serían las soluciones?

Parte de la solución, creo que la tienen los premios Nobel de economía Richard H. Thaler y Alvin E. Roth. En su libro “Misbehaving: The Making of Behavioral Economics,”; Thaler escribe sobre la noción radical que los agentes centrales en la economía son individuos predecibles y propensos a errores. Por otra parte, Roth en su libro “Who Gets What — and Why: The New Economics of Matchmaking and Market Design” revela las reglas a menudo sorprendentes que gobiernan una amplia gama de actividades de mercado, mundanas y que cambian la vida, en las que el dinero puede tener poco o ningún papel.

En síntesis, combinando las ideas Thaler y Roth, lo que podríamos hacer es diseñar los mercados de consumo de las plataformas de internet partiendo de la premisa de que los participantes son actores irracionales. Si es que los Zuckerbergs, Bezos y Pages diseñan plataformas adictivas en búsqueda de rentas sin crear crecimiento económico, las sociedades tendrían que poder también regularlas sin menoscabar los beneficios sociales y monetarios del uso de internet.

La competencia entre estas plataformas tecnológicas es una carrera  hacia al abismo de un mercado monopólico de costo marginal cero donde el ganador se lleva todo. Teniendo en cuenta a Thaler y Roth, una manera de cambiar la estructura e incentivos y democratizar el flujo de información en este mercado podrían ser las cadenas de bloques (blockchains) y los contratos inteligentes por medio de cripto-gobiernos autogestionados.

De acuerdo a algunos expertos,  mientras que la mayoría de las tecnologías tienden a automatizar a los trabajadores de la periferia realizando tareas menores, las blockchains automatizan el centro. Por ejemplo, en lugar de dejar al conductor del taxi o al hotelero sin trabajo, la blockchain deja a Uber  y Airbnb sin trabajo y permite que los taxistas, hoteleros y  arrendadores de pisos trabajen directamente con los clientes.

Por otra parte, el planeta necesita toda la inteligencia humana y artificial posible para resolver los grandes problemas contemporáneos como la desigualdad económica, la degradación ecológica y el cambio climático. En un mundo de bienes e ideas escasas, la I + D necesita elegir de manera exigente sus batallas.

El diseño científico de artilugios adictivos es contraproducente y solamente sirve para buscar rentas sin producción verdadera de bienes y servicios que  reditúen en el crecimiento económico. En 1930, Keynes predijo que el crecimiento terminaría dentro de un siglo, pero no estaba claro si un capitalismo posterior al crecimiento era realmente posible.

En la actualidad, el pensamiento económico dominante todavía considera que el crecimiento es un objetivo vital de la política económica y esencial para la salud de una economía capitalista. En otras palabras, sigue existiendo la preocupación de que, en última  instancia, una economía capitalista colapsará sin crecimiento.

Yo que tengo una hipoteca con el banco no quisiera averiguarlo.Revista PLUS 12 años: 2006/2018

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