La deuda argentina se hunde en la incertidumbre en medio del pánico global

Natalia Kidd

Buenos Aires, 19 mar (EFE).- Si la deuda pública de Argentina era insostenible a finales de 2019, cuando el Gobierno planteó que era necesario reestructurarla, el pánico global por los efectos de la pandemia de coronavirus la empujaron al peligroso límite de un potencial cese de pagos, un escenario que pone en una encrucijada al Ejecutivo de Alberto Fernández.

Argentina está hundida en recesión desde hace dos años, con pésimos datos en materia fiscal, inflacionaria, de producción, empleo y pobreza, una economía «sin aire» para afrontar una deuda que asciende a unos 320.000 millones de dólares.

De ese volumen, el Gobierno argentino aspiraba a reestructurar este mes bonos por casi 69.000 millones de dólares emitidos bajo legislación extranjera, pero la negociación se ha visto demorada en medio de la tormenta financiera global desatada por la pandemia.

BONOS POR EL PISO

En medio del vendaval, los activos argentinos, y en particular los títulos públicos, se han visto severamente castigados.

El índice de riesgo país de Argentina se disparó desde los 2.214 puntos básicos hace dos semanas, cuando se reportó el primer caso de COVID-19 en el país, hasta tocar este miércoles las 4.044 unidades, máximo nivel desde 2005.

Los bonos en dólares acumulan caídas de entre el 30 y el 40 % en lo que va del año, y los títulos en moneda argentina, cerca de un 10 %.

El valor actual de los bonos argentinos bordea el 30 % de su precio original, lo que torna a estos papeles en atractiva «carroña» para los fondos de inversión especulativos, cuyo negocio es comprar títulos a precio de «basura», negarse a las reestructuraciones de los soberanos para litigar contra ellos y exigirles el pago del valor original de esos bonos.

Es una película que Argentina ya vio tras el cese de pagos de 2001 y que terminó quince años después convalidando jugosos pagos a los denominados «fondos buitres».

VENCIMIENTOS, UNA ESPADA DE DAMOCLES

Con los «buitres» al acecho, Argentina tiene una presión adicional para apurar una reestructuración: los abultados vencimientos que debe afrontar y que solo este año ascienden a 48.968 millones de dólares de capital y 14.838 millones de intereses.

«Argentina puede ir a default simplemente por la imposibilidad de cumplir con los compromisos que vienen en el segundo trimestre. Son realmente imposibles de sostener», advirtió a Efe el economista Pablo Tigani.

Hasta ahora -y pensando que idealmente cerraría una reestructuración para finales de marzo-, el Gobierno ha optado por capear el temporal de los vencimientos acudiendo al mercado doméstico, sea para captar fondos con los que ir cancelando los sucesivos compromisos, sea para proponer canjes voluntarios de bonos en pesos con vencimiento de corto plazo por otros títulos de mayor duración.

La estrategia funcionó hasta ahora, pero el volumen de vencimientos en el cortísimo plazo limitan cada vez más el poder de maniobra del Tesoro.

SOMBRÍO HORIZONTE

Más allá del resultado de este tipo de operaciones para «ganar tiempo», es creciente la incertidumbre sobre hasta qué punto el Gobierno podrá sostener la situación sin un acuerdo de fondo con los acreedores externos.

El horizonte es realmente sombrío.

Antes de que el coronavirus irrumpiera en el escenario, el pronóstico de Argentina para este año era de una contracción económica del 1,2 %. COVID-19 mediante, nadie lo sabe, pero se descuenta que el impacto será profundo.

Para paliar los efectos de la pandemia, el Ejecutivo anunció el martes un primer paquete de medidas que, según cálculos privados, suponen una inyección de 700.000 millones de pesos (unos 10.770 millones de dólares), un coste fiscal cercano a 2 puntos del PIB.

El peor escenario fiscal podría entorpecer la negociación de la deuda, toda vez que los acreedores exigirán cierta certidumbre de pago a futuro.

Para el economista Salvador Di Stefano, el Gobierno necesita inyectar dinero en la economía «porque la rueda dejó de girar» por las medidas de prevención adoptadas para frenar los contagios del virus y, a su juicio, debería corregir el tipo de cambio para favorecer la balanza comercial y asegurarse de los dólares para enfrentar los pagos de deuda.

«Salvo que el Gobierno esté pensando en ir a una cesación de pagos y ya no importe la cantidad de dólares que ingresen al país. Los desafíos del Gobierno en la coyuntura pasan por mantener vivo el mercado interno, tener un tipo de cambio competitivo y lograr que los negocios extractivos puedan sostenerse en el tiempo. La deuda quedó en un segundo plano. Si no aseguramos mejores negocios, más actividad y cuidamos el empleo, no le podemos pagar a nadie», indicó.

¿CESE DE PAGOS?

Para Tigani, Argentina debe pedir a los tenedores de bonos una quita de entre el 70 y el 80 % sobre el valor de la deuda a reestructurar, una rebaja que, en su opinión, los acreedores deben aceptar si no quieren ver que sus bonos entran definitivamente en cesación de pagos.

«Claramente hoy casi sería preferible un default para no mantener la incertidumbre de los actores internos de Argentina, que son los que se necesitan para recuperar la economía y la actividad», dijo el economista

El experto recordó que el país suramericano «sobrevivió» al cese de pagos de 2001 y, hasta 2005, cuando logró un primer acuerdo con los acreedores, la economía se recuperó a una tasa promedio del 8 %.

«Además, este es un momento de una crisis mundial de magnitud. Si Argentina entra en default, detrás va a hacerlo algún otro país y probablemente muchas empresas privadas que están muy endeudas», advirtió. EFE

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