Qué es la inteligencia emocional y cómo desarrollarla en tu vida

Crédito columna: Claudio Fontana.

Cuantas veces nos preguntamos ¿Por qué personas que han tenido excelentes calificaciones en su vida universitaria; ingenieros, doctores y demás, no logran ser exitosos en su vida? ¿Por qué personas que han estudiado varias carreras coronadas con títulos facultativos, no logran conseguir un buen trabajo? ¿Por qué una persona con alto coeficiente intelectual termina trabajando para otra que no lo tiene?, o ¿Por qué comparando dos personas de similar inteligencia, a una le va bien y a la otra le va mal en la vida? La respuesta se llama inteligencia emocional.

La inteligencia emocional es la capacidad para entender y manejar nuestras emociones y la de los demás. Es una parte de la inteligencia global y en conjunto define la forma en que pensamos, sentimos y actuamos. El punto más interesante de esta combinación de inteligencias, está dado por la demostración práctica, donde comprobamos que los logros alcanzados por un individuo están relacionados en un 80% por la inteligencia emocional y solo en un 20% por el coeficiente intelectual.

¿A qué se debe que la inteligencia emocional no tenga el reconocimiento merecido? Muy sencillo, venimos de muchos años donde las emociones han sido desdeñadas, expresarlas muchas veces es visto como signo de debilidad. “Los hombres no lloran”, ¿Estás enamorada? ¡Qué vergüenza! ¡Enfréntalo! ¡No tengas miedo! 

Muy por el contrario el brillo de la razón y el coeficiente intelectual -más fácil definir y medir- ha sido sobrevalorado sistemáticamente, “Mi hijo sacó un 10 en geometría”, “María aprobó todas las materias”, “Con solo siete años mi sobrina puede multiplicar y dividir sin problemas”, “Alberto sabe decir todas las ciudades capitales de Europa sin equivocarse”.

Las escuelas han contribuido a estos errores, con programas de estudios que miden y premian la memoria retentiva y el coeficiente intelectual, sin tener en cuenta la aplicabilidad que puedan hacer en la vida, lo aprendido por los alumnos y las herramientas emocionales que los niños y adolescentes debieran adquirir en las aulas. Nos dicen, “No estudies de memoria”, sin embargo, no conozco profesor que desapruebe a un alumno que sabe su lección al detalle y repite cada una de las palabras que leyó en el texto, todas la veces que sea necesario.

La inteligencia emocional tiene una carga genética, pero puede ser desarrollada y aprendida por cada uno de los nosotros, haciéndonos responsables de nuestras emociones, valorando lo que tenemos,  desarrollando empatía, siendo asertivos, cooperando, trabajando en equipo y aprendiendo a resolver los conflictos que se nos presentan, contribuyendo a mantener nuestro equilibrio interno.

Muchos de mis conocidos están repletos de títulos y diplomas, sin embargo la mayoría de las veces mis reuniones con ellos son por estricto compromiso. No es placentero visitarlos, siempre ocupados, preocupados, serios y con muy poco tiempo disponible. 

Mi abuela Delia, nunca fue a la escuela, con mucho esfuerzo podía leer y escribir algunas palabras, sin embargo la gente la adoraba, podían estar horas hablando con ella, los escuchaba, los aconsejaba y devolvía en afecto todo el tiempo que uno invirtiera en su compañía. 

Si algo parecido también le pasa a usted, estará de acuerdo conmigo en que a medida que transcurrió el tiempo hemos aumentado de manera exponencial nuestro CI, al mismo tiempo que ha ido disminuyendo nuestra inteligencia emocional. 

Sabemos demasiado y sentimos muy poco. Es hora de trabajar para replantearnos esta ecuación.

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