Endeudamiento versus Atraso

Crédito columna: Santiago Peña, ministro de Hacienda

La discusión instalada en la clase política y la opinión pública en general, acerca del nivel del endeudamiento público ha sufrido todo tipo de comentarios, teorías y conclusiones, algunas de ellas cercanas a una hecatombe y desolación económica para la República.

Sin entrar en aburridos datos numéricos y monótonos sustentos técnicos para defender la estrategia actual de endeudamiento, los cuales sobran y que cualquier entendido de la materia podrá afirmar sin miedo a equivocarse que la actual política de endeudamiento es conservadora y sostenible; discutamos la sustancia y veamos los verdaderos colores de esta trama, pero bajo los argumentos socioeconómicos que hacen que la discusión sobre el nivel de endeudamiento sea irrelevante, casi absurda.

Como consecuencia de la escasa preocupación de administraciones anteriores de atender el problema de la infraestructura, Paraguay es hoy el país con menor desarrollo de la región en esta materia, solo por encima de Haití, país azotado por desastres naturales.

Nuestro país es el que menos rutas pavimentadas posee, con solo el 17% de su red total, cuando la media en la región es 22%; en materia habitacional, existe una demanda de al menos 800 mil viviendas; en las localidades del interior siguen predominando puentes de madera, de frágil estructura; en materia de infraestructura en provisión de agua potable en zonas rurales apenas llega al 49% y la red de alcantarillado solo el 11%, lejos de los niveles de cobertura mínimos requeridos; nuestras redes de distribución de energía eléctrica prácticamente están colapsadas y con demanda creciente; nuestro aeropuerto internacional es por lejos el más atrasado de la región; más del 60% de la infraestructura escolar debe ser reparada y podríamos citar muchas áreas más.

Este bajo nivel de infraestructura básica en Paraguay ha sido identificado por UNICEF como una causa estructural de la enfermedad y muerte en niños, adolescentes y mujeres embarazadas.

Aproximadamente 7 niños menores de 5 años mueren por día, la gran mayoría por enfermedades prevenibles, como la infección y la diarrea, cuya causa subyacente es muchas veces la falta de acceso a agua potable y saneamiento.

El tiempo que toma el traslado desde su hogar al puesto de salud, debido a la falta de caminos o de transporte en zonas rurales, es una de las tres causas principales de muerte entre las mujeres embarazadas, ya que previene que estas reciban a tiempo una atención adecuada que evite sus muertes.

De hecho, no nos debe sorprender que el último informe del Foro Económico Mundial 2016, en el rubro de Calidad de Infraestructura ubica al Paraguay en el puesto 130 entre 138 países; peor ubicación que países de la región como Venezuela, Bolivia, Guatemala, Nicaragua; siendo los mejores calificados Chile y Uruguay que se sitúan dentro de los 50 mejores países en esta materia.

No hacer las obras significa menor inversión privada, tanto en cantidad como en calidad, no habrá incentivos para la investigación y la tecnología, la demanda laboral no crecerá significativamente y la calidad de vida de los paraguayos irá disminuyendo año tras año.

Si no avanzamos en la reducción de estas brechas en cuanto a infraestructura estaremos condenando a generaciones enteras al atraso. Esto es inaceptable.

Nuestro país cuenta con la población más joven de Latinoamérica. En los próximos 30 años, la población de Paraguay estará atravesando lo que es conocido como la ventana de oportunidad demográfica, definida como el período de tiempo en la evolución demográfica de una nación cuando la proporción de la población en edad de trabajar y de generar ingresos es particularmente prominente.

Esta ventana demográfica es un momento único e irrepetible en la historia de un país; una oportunidad que cuando es bien aprovechada lleva a un país a alcanzar lo que se denomina bono demográfico, o crecimiento económico acelerado que trae consigo grandes beneficios y mejoras en la calidad de vida para la sociedad en su conjunto.

Pero el bono demográfico no está garantizado. Esta misma ventana de oportunidad es también un desafío que requiere de cierta madurez política y de un consenso social sobre la necesidad y la forma de hacer inversiones necesarias para permitir a la creciente población en edad de trabajar alcanzar su máximo potencial productivo.

En el caso de Paraguay no hablamos de inversiones en un estadio de fútbol, sino de temas tan básicos como el acceso a agua potable, alcantarillados, acceso a electricidad, caminos y rutas que permitan a los estudiantes llegar a sus escuelas de manera más segura y con dignidad, a nuestros enfermos y mujeres embarazadas a llegar a tiempo a recibir atención médica, a productores a acceder a mercados para vender sus productos, a familias enteras a acceder a viviendas, hospitales y escuelas dignas.

Si estos factores básicos no están garantizados para todos los paraguayos, nuestro país perderá la oportunidad de desarrollarse. En el mejor de los casos, el impacto negativo será sentido de forma progresiva.

Experimentaremos décadas de baja productividad que serán seguidas de décadas de crisis a medida que la población hoy menor de 40 años pase a ser una población de edad avanzada.

En el peor de los casos, si los jóvenes que alcanzan la edad laboral se encuentran desempleados o subempleados, el impacto negativo será sentido de manera abrupta e inmediata.

La falta de oportunidades para ganarse la vida de una manera digna generaría una creciente ola de malestar social, delincuencia y crimen, que podría llevarnos a la desestabilización social. En otras palabras, en lugar de beneficiarnos del bono demográfico estaremos enfrentando una catástrofe demográfica y social.

Cuando se hace correctamente, la inversión en infraestructura pública paga por sí misma ya que, además de ser indiscutiblemente necesaria desde el punto de vista social, nos permite generar empleos dignos en el corto plazo y mejorar nuestra productividad y nivel de ingresos en el largo plazo.

Un estudio del Fondo Monetario Internacional publicado en el 2014 como parte del Informe de Perspectiva Económica Mundial, analiza la experiencia de múltiples países y concluye que el impulso al PIB resultante del aumento de la inversión en infraestructura pública más que compensa el asociado aumento de la deuda.

¿Cómo explicamos a nuestros hijos que no pudimos ponernos de acuerdo en que hacer las inversiones necesarias para garantizarles una vida digna es una prioridad? ¿Cómo explicar a nuestros hijos que fuimos incapaces de generar consensos para lograr el desarrollo de nuestro país?

Existen muchos otros temas donde podemos estar en desacuerdo y donde el debate nos enriquece; el uso de ahorro externo de manera prudente, sostenible y transparente para financiar la inversión en infraestructura NO es uno de ellos.

Hombres y mujeres sin horizontes, sin futuro, sin posibilidad de salir de la pobreza y dar una vida digna a sus hijos son una realidad lacerante y vergonzosa para un país con tanta riqueza natural y potencialidades.

Dialoguemos y trabajemos por las verdaderas urgencias y necesidades de los paraguayos. Solo la construcción de consensos nos asegurará enfrentar con éxito los desafíos que como sociedad tenemos.

Es el dialogo respetuoso de nuestra diversidad y no la confrontación la herramienta eficaz que utilizan las sociedades maduras para afrontar sus diferencias y contradicciones, siendo el consenso social el mejor acuerdo al que pueden llegar.

Preguntémonos entonces: ¿cómo podemos disminuir la brecha de infraestructura que condena al aislamiento a miles de compatriotas? ¿Cómo financiaremos el desarrollo nacional manteniendo niveles bajos de endeudamiento frente a las tremendas necesidades?, ¿quién se beneficia y quien se perjudica si la infraestructura y los servicios públicos continúan con niveles bajos de cobertura?

Pero por sobre todas las cosas, interpelémonos como sociedad, cuál será el gran acuerdo nacional que ponga al país en la senda definitiva del desarrollo, donde construyamos entre todos una sociedad más justa, inclusiva y participativa.

Saquemos crédito por un nuevo Paraguay.

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