La miopía política está sepultando al Partido Liberal

* Crédito columna: Eduardo Nakayama.

La miopía política de la dirigencia partidaria, así como la hipocresía reiterada de «apoyar cuando me conviene» y «rechazar cuando no me conviene» está enterrando al Partido Liberal. Lo peor de todo es que quienes se encargan de sepultar a nuestra agrupación política son nuestros mismos líderes: «duele decirlo, pero hay que decirlo», parafraseando al economista Pablo Herken.

El tema que nos tiene a todos preocupados es el intento cartista de impulsar la violación de nuestra Constitución Nacional. Esta vez con la característica de un «acuerdo político» que involucra a un sector del Partido Liberal liderado por el senador Blas Llano y otro sector de la izquierda aglutinada en torno al Frente Guasu liderado por el senador y ex presidente Fernando Lugo.

Este nuevo «affaire» también es mirado con cariño por parte de la oposición colorada que tiene como líder al ex presidente Nicanor Duarte Frutos, pero sin lugar a dudas, el principal interesado es el actual presidente Horacio Cartes, que busca afanosamente sortear el escollo constitucional para continuar en el poder, utilizando toda la infraestructura económica y política a su alcance.

¿Qué dejó de hacer el Partido Liberal para que llegáramos a este punto, o qué hizo para impedirlo?

Pues muchas cosas, principalmente, demostrar incoherencia.

Desde hace casi tres lustros en nuestro país, el devenir político presenta la misma sintomática fiebre por la reelección presidencial y los antídotos que el Partido Liberal propuso fueron y son distintos de acuerdo a la cara del paciente.

Cuando Nicanor Duarte Frutos intentó forzar su reelección se encontró con una oposición fuerte y el rechazo que generó su insistencia sirvió a Lugo para afianzar su candidatura de la mano del Partido Liberal. Aun así, Nicanor Duarte Frutos consiguió postularse como número 1 al Senado por el Partido Colorado, cargo que no pudo ocupar por la todavía férrea oposición que encontró en el nuevo Congreso y que le impidió tomar juramento.

Con Lugo se repetiría la historia cuando pasada la mitad de su mandato, sus aliados internos y externos buscaron impulsar su reelección. Otros acontecimientos precipitaron su salida, pero al igual que Nicanor Duarte Frutos se presentó como candidato número 1 al Senado por el Frente Guasu. Sin embargo, a diferencia de su antecesor, prestaría juramento como parlamentario ante algunos de los mismos senadores liberales que pensaron distinto cinco años atrás.

En el primer impulso dado por el cartismo para realizar por la vía antinatura de la enmienda la ansiada reelección presidencial, la oposición en pleno (incluyendo a Lugo y al sector colorado disidente) se abroqueló en torno al NO; sin embargo, la convención colorada dominada por el oficialismo cartista logró imponer un cuestionado mandato imperativo (similar al liberal de unos meses atrás), donde contrario sensu, se volcarían a buscar los mecanismos para permitir la reelección por la vía que fuese.

Hasta aquí parece no haber novedad, salvo por un pequeño gran detalle: el ex presidente Lugo jamás ocultó sus aspiraciones de postularse a la presidencia de la República y no sólo ninguno de los principales líderes del Partido Liberal se opuso públicamente a esto, sino que haciendo un simple cálculo matemático, todos coquetearon con él.

Por el «amor» de Lugo disputaron varios de los candidatos en la última interna liberal, y antes, también los disidentes colorados. Gran parte de la campaña política de Efraín Alegre, actual presidente del Partido Liberal, se basó en su eventual alianza con Lugo, lo que a la postre le costó un desaire vergonzoso de parte de éste apenas verificada su victoria.

Aun así, el oficialismo partidario prefirió acercarse a Lugo y a otros sectores antes de priorizar la unidad partidaria. Por medio de una errática política autoritaria intentó imponer su criterio buscando aplastar al llanismo en vez de sentarse a conversar hasta ajustar al menos los principales delineamientos, creyendo que podía hacerlos a un lado y continuar solos en la carrera siguiendo el libreto que dictasen ellos mismos.

Estas señales lanzadas por el oficialismo liberal bastaron para que el llanismo encontrara la excusa perfecta para buscar las alianzas que pudiesen mantenerlo con vida a cualquier costo. Se abre así otra posibilidad de violar la Constitución, esta vez con «nuestro amigo» Fernando Lugo y al mismo tiempo allanar el camino a Cartes y a otros ex presidentes para disputar la silla de López en el 2018 a través de un gran «acuerdo político», viejo pretexto criollo para burlar normas jurídicas, aunque sea nuestra misma Constitución Nacional.

La tibieza y el relativismo que muestra la dirigencia del PLRA cuando hablaba de Nicanor Duarte Frutos y de Lugo antes; y de Lugo y Cartes ahora, son las actitudes que el pueblo liberal y el electorado paraguayoaborrecen y muestra hartazgo.

Ahora que Lugo se les ubicó en la vereda de los «indeseables», buscan sentar postura, pero la verdad es que el oficialismo liberal nunca se mostró claro en su posición de no permitir la violación a la Constitución Nacional trátese de Cartes o de Lugo, centrándose en una campaña «anticartista» antes que «antivioladora», transmitiendo un lamentable mensaje de que le importa más quién viola que la violación en sí.

Hoy las cartas están echadas y veremos qué ocurre. Muy probablemente la incoherencia e inconsistencia de las últimas posturas y la ambición personal de nuestros líderes nos condenen a elegir entre los mismos escombros que conocemos, como si el Paraguay fuese absolutamente incapaz de crear nuevos liderazgos en décadas y negando la posibilidad de renovar nuestra clase política, ofreciendo apenas un mejunje reciclado de opciones.

Dios se apiade del pueblo paraguayo, porque sus verdugos de siempre no lo harán.

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