Natalia Kidd
Buenos Aires, 22 oct (EFE).- El presidente argentino, Mauricio Macri, y el peronista Alberto Fernández, principales candidatos en las elecciones presidenciales del próximo día 27, tienen algunas ideas en común sobre cómo sacar de la recesión a la economía de su país: extender los plazos de pago de la abultada deuda y potenciar las exportaciones.
Macri, un empresario devenido en político, llegó a la Casa Rosada con promesas de ordenar la economía con políticas de corte ortodoxo, pero la coyuntura económica le ha obligado a tomar medidas drásticas en las antípodas del liberalismo, como el control de cambios.
Su Gobierno atribuye la crisis, que se ha agravado en los últimos meses, a un combinación de la «herencia recibida» de los doce años de kirchnerismo, errores propios y algo de mala suerte por un escenario internacional desfavorable.
La realidad también se impone para su principal rival electoral: Alberto Fernández fue jefe de Gabinete de dos gobiernos heterodoxos en materia económica, los de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015), con medidas polémicas, como las duras restricciones cambiarias, que hasta él mismo cuestionó abiertamente.
Ahora, la compleja situación, con una economía que caerá este año un 2,9 %, una inflación cercana al 55 %, un alto nivel de deuda y tasas de pobreza y desempleo al alza, impone al postulante peronista, de llegar a la Presidencia, un perfil moderado para lograr los acuerdos necesarios que permitan al país salir del atolladero.
Fernández considera que el alto endeudamiento -68 % del PIB, según el Gobierno- es el principal condicionante para volver a crecer y, por tanto, uno de los primeros problemas a resolver.
En agosto pasado, en medio de las severas tensiones financieras, el Gobierno de Macri aplazó el pago de títulos de corto plazo y anunció su intención de negociar una extensión de los vencimientos de deudas de medio y largo plazo con los acreedores privados y con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Macri entiende que ese «reperfilamiento» debe hacerse de manera «amigable», sin quita de capital ni intereses.
Fernández coincide: no piensa en una reestructuración agresiva como la de 2005, cuando se logró una quita del 65,4 %, sino en una reprogramación de los plazos de pago que extienda los vencimientos y le de tiempo al país para volver a crecer sin el condicionante inmediato del pago de sus deudas.
Una renegociación con el FMI seguramente incluirá exigencias de reformas estructurales, como cambios en el marco laboral que ambos candidatos estarían dispuestos a hacer, aunque en el caso de Fernández no se inclina por una reforma laboral transversal sino sector por sector.
Para atacar el lastre de la inflación, Macri insiste en el enfoque monetarista. «La política monetaria seria es lo que te lleva a combatir la inflación, es el mismo libro que usaron otros países a los que le fue bien», dijo el mandatario en un foro político en agosto.
Fernández, por el contrario, cree que la política monetaria no basta para bajar la inflación y promueve un pacto entre patronales y sindicatos para frenar las alzas de precios y, al mismo tiempo, recomponer el salario real con miras a incentivar el consumo.
«Lo que más dañó la economía durante el Gobierno de Macri fue la idea de que para combatir la inflación el único camino era acotar la circulación de pesos mediante instrumentos financieros y restringiendo las alzas salariales para que la gente no tenga dinero en el bolsillo para consumir», dijo el candidato peronista en un encuentro con economistas en septiembre en Córdoba.
Para Fernández, además del consumo -que terminará este año con una caída del 5,2 %-, el otro gran pilar para reactivar la economía es la exportación, canal que, además, es el único que le puede aportar a Argentina las divisas que necesita para financiarse porque la otra vía, la del endeudamiento, «se ha agotado».
El candidato del Frente de Todos plantea una política de fuerte promoción de las exportaciones, particularmente con incentivos en el sector de los hidrocarburos no convencionales -que, además, es generador de mano de obra intensiva-, pero también potenciando las mineras, industriales y agropecuarias.
El actual ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, también ha señalado que Argentina debe crecer apoyado en las exportaciones.
«Para el programa económico del próximo gobierno, sea el oficialismo o la oposición, estamos bastante de acuerdo en que tenemos que hacer una coalición pro exportadora para darle sustentabilidad macroeconómica al programa económico que queramos desplegar», dijo el ministro en septiembre en un foro económico.
Lacunza es un defensor de los «equilibrios gemelos» -comercial y fiscal-, algo por lo que también aboga Fernández, «pero dando prioridad al crecimiento económico».
El ministro de Hacienda afirma que el próximo mandato arrancará con «algo muy parecido a equilibrios gemelos, con un déficit primario del 0,5 % del PIB y un déficit externo algo inferior al 1 % pero con superávit previsto, de acuerdo al Presupuesto, en 2020», un «punto de partida» que no lo «garantiza todo» pero que es una «condición necesaria para poder retomar el sendero de crecimiento».
Aunque Fernández ha sido un férreo crítico del fuerte ajuste fiscal pactado en el año pasado entre Macri y el FMI, los asesores del peronista hablan de desarrollar una política fiscal «sólida» y «sobria» y una política monetaria no expansiva.
Sí plantean bajar los tipos de interés, altísimos en estos momentos y que vuelven prohibitiva la financiación productiva, y medidas para evitar las entradas y salidas de capitales especulativos.
Defienden además una política de intervención cambiaria administrada, no muy diferente a la que ahora lleva al Banco Central argentino a actuar ante variaciones significativas en el tipo de cambio, y cuestionan las restricciones a la compra de divisas como las impuestas en el segundo mandato de Cristina Fernández o las decretadas últimamente por Macri.
Son, según Alberto Fernández, «atajos para coyunturas» que no pueden sostenerse «eternamente». EFE