Ana de León
Boquete (Panamá), 6 feb (EFE).- En las faldas del volcán Barú, en las Tierras Altas de Panamá, unos pocos productores visionaron hace más de 10 años lo que hoy es una marca de lujo internacional: el café geisha, una variedad del grano que se vendió a 1.029 dólares la libra en 2019 en una subasta eléctrica anual.
Entre boscosas montañas, cascadas y una tradición marcada por la agricultura, el pequeño pueblo de Boquete vio cómo en pocos años el «boom» del geisha explotaba la economía de la región y una nueva forma de hacer turismo sostenible gracias al circuito del café.
Es todo un fenómeno. El café representa para Panamá apenas del 0,4 % del producto interno bruto, pero gracias al geisha este país, que está muy lejos de grandes productores mundiales como Brasil, Colombia y Honduras, ha conseguido colarse en el mercado de lujo cafetero, especialmente en Asia.
Pero el éxito de este producto estrella no solo recae en las manos de los terratenientes, pues los indígenas de la comarca Ngäbe Bugle, uno de los siete pueblos indígenas de Panamá, son los coprotagonistas de la producción de café panameño.
GEISHA: DE ETIOPÍA A PANAMÁ PARA VENDERSE EN ASIA
El geisha es original de Etiopía y llegó a Panamá por medio de un programa de la FAO en el año 1960, aunque antes, las primeras plantaciones del grano se intentaron cultivar sin éxito en Costa Rica, explicó a Efe el experto panameño, Óscar Pérez, de la finca Elida Estate.
Esta finca, propiedad del panameño Wilford Lamastus, ha cosechado con grande éxito el geisha y fue su lote el que en 2019 se vendió a 1.029 dólares por libra, superando su propio récord de 2018, a un comprador japonés.
En medio de dos grandes bosques, como son el Parque Nacional Barú y el Parque Nacional de la Amistad, una exuberante reserva natural que forma parte del Corredor Biológico Mesoamericano, este café encontró el ambiente perfecto para desarrollarse.
Y por una carretera secundaria y un único sentido entre el frondoso parque nacional, se encuentra la finca Elida Stated.
Gracias a la mezcla de «las corrientes de viento frío y caliente del Pacífico y del mar Caribe se produce el bajareque, una lluvia delgada muy fina única en el mundo», responsable del buen desarrollo de las plantas cafeteras.
Pero cultivar café panameño de origen arábico no es fácil: se cosecha entre los 1.500 y 2.000 metros de altura, y hay esperar entre 5 y 6 años para ver los primeros resultados.
«Tenemos una serie de factores que hacen tan especial al café: tenemos el terroir (conjunto de suelos con diferentes microclimas), mucha altura para cosechar, suelos volcánicos que son sumamente fértiles, hay una gran biodiversida, y tenemos microorganismo que aportan calidad. Pero sobre todo es pasión y un equipo bien entrenado», contó a Efe Wilford Lamastus.
Los principales compradores de este café son los asiáticos por el suave sabor a toques florales: jazmín, melocotón, naranja, entre otros.
La gran mayoría de las ventas son para Japón, Corea, China y Taiwan, pero el mercado se está expandiendo y Estados Unidos junto con algunos países europeos comienzan a adquirir este preciado grano.
«Incluso Francia quería llevar el café de Panamá para comercializarlo y darlo a conocer», apuntó Pérez.
LOS NGÄBE BUGLE: DE MANO DE OBRA A EXPERTOS CATADORES DE CAFÉ
Los indígenas de la comarca Ngäbe Bugle cuentan con una tradición ancestral de cultivo de café y son los trabajadores de las distintas fincas. Se encargan de realizar a la perfección los diferentes procesos cafeteros.
«Ellos se han especializado en todas las labores que tienen que ver con el café. No solo las labores agrícolas, sino también son catadores profesionales», afirmó Lamastus a Efe durante una visita a su finca.
Mientras un grupo de 3 indígenas lavaban el café con una manguera a las puertas de la finca Lamastus, las mujeres de esta etnia, de piel canela y pelo azabache, recogían las vainas de café con sus coloridos vestidos largos, un a escena que se repite por las haciendas de la zona.
Los hombres secan los miles de granos en las camas africanas bajo un falso techo que ayuda a crear un ambiente seco, o empaquetan en sacos los granos verdes listos para ser exportados.
Estas son labores de campo, que los indígenas llevan realizando durante años, pero ahora son ellos quienes catan el café para elegir el lote que competirá en el concurso nacional que lo puede convertir, en la subasta internacional, uno los más caros del planeta.
«Tienen pasión por esto: son los mejores tostadores y es una comunidad que desde 1940 están con nosotros», dijo Lamastus, que precisó que en sus tres fincas hay casi 200 empleados, casi todos indígenas.
Uno de ellos es Cristóbal, un joven de 23 años que mientras seca café cuenta a Efe que lleva un año trabajando para los Lamastus. La empresa familiar ha creado una escuela para los hijos de sus trabajadores.
EL CAFÉ COMO UN NUEVO ATRACTIVO TURISTICO SOSTENIBLE EN PANAMÁ
La actividad turística ha llegado a representar el 10 % del PIB de Panamá, pero tiene varios años en crisis. Para el panameño Jorge Chanis, el turismo en torno al café es una salida que puede impulsar el sector.
Chanis es el creador de «La Cosecha», un evento anual que se celebra en la provincia panameña de Chiriquí, donde está Boquete, que busca crear un producto turístico sostenible alrededor de los cafés especiales del país centroamericano.
«El café tiene la oportunidad de cambiar la conversación de turismo. Este producto nos está dando demasiadas glorias afuera y dentro, es parte de la industria agroturística de Panamá, la cual nos está dando mayores resultados», declaró a Efe Chanis.
El circuito de café compone el recorrido de 40 fincas a elegir, en donde se puede ver el «detrás de cámaras» de los procesos de la producción cafetera.
«Por suerte lo que yo veo entre los productores de café es la voluntad, hay muchos líderes de opinión que toman acción. Los cafetaleros están invirtiendo en estructura, ellos mismos dedican esfuerzos en recibir al turista panameño a internacional», concluyó. EFE