Ser más humanos

Crédito columna: Adrián Gilabert.

El Foro Económico Mundial ha dejado bien claro cuáles son las habilidades a desplegar en lo laboral que se requerirán en el futuro cercano: pensamiento crítico, análisis, resolución de problemas, self-management, autoeducación, resiliencia, tolerancia al stress y flexibilidad.

Si uno compara estos requerimientos con los que supimos practicar en los últimos 200 años puede advertir que hay enormes diferencias. La buena noticia es que estas habilidades no son otra cosa que ser humanos, más humanos que nunca.

¿Es que acaso no éramos humanos antes? Quizás no tanto. La necesidad que tuvimos de hacer trabajos repetitivos nos convirtió en versiones biológicas semejantes a robots. Aprendimos, lo hicimos y finalmente logramos construir máquinas que lo hicieran por nosotros.

Ahora debemos recordar, reeducarnos en aspectos más naturales en nosotros. Esta transición de “mujer-hombre engranaje” a “ser más humanos” puede provocar desamparo, confusión, pero será muy positiva para nuestra evolución.

Más transiciones estamos experimentando. Del lugar físico fijo a la movilidad, de la jornada laboral clásica al trabajo por objetivos, del paternalismo empresario a la autogestión, del líder vertical al conector/comunicador, de la división del trabajo entre personas a la división del trabajo entre humanos, robots y algoritmos.

Estas transiciones plantean obsolescencias en diversos campos. En las leyes de contrato de trabajo, en el modelo educativo, en el estilo de liderazgo, en el modelo de organización piramidal, en la forma de pensar los centros urbanos, en el modelo de transporte, en la forma de comunicarnos, en las relaciones transnacionales, en la práctica política, en la forma de concebirnos como seres humanos.

Uno también podría preguntarse: ¿y la tecnología? ¿Debemos aprender todos a programar? ¿Ser expertos en data science? Claro que no. Excepto que sienta pasión por hacerlo, no es necesario. Lo que sí es necesario es desarrollar la habilidad de comprender la tecnología para poder aplicarla de manera óptima a su actividad, para poder definir la división del trabajo. Saber usar la tecnología no significa que la comprendamos.

Desde los años 80 y principios de este siglo los “tecnólogos” fueron tomando el centro de la escena y lograron realizar una reconversión de “los de sistemas” a un lugar de CIOs dentro del directorio de las empresas. Eso ya ocurrió. Ahora es el turno de Recursos Humanos.

Tiene lógica ¿Quién sino los especialistas en temas humanos dentro de las empresas se encargarán de inducirnos a desplegar las habilidades que reclama el World Economic Forum?

Para encarar adecuadamente este proceso desde RRHH hace falta despojarse de varias etiquetas, sistemas de creencias limitantes, dejar de usar frases o palabras de manera plana o vacía. Si persistimos en tomar esta cuestión de la transición como una moda más, un amague de cambio que resulta algo superficial, estaremos persistiendo en el modelo del siglo pasado.

Si se quiere un secreto o fórmula para resolver esta problemática tengo uno sólo para darle: No existen fórmulas universales. Cada quien deberá encontrar una solución singular tratando de alejarse lo más que se pueda del reduccionismo.

Lo que sí puedo darle es una guía que en mi singularidad actúa de manera cartográfica y efectiva: pensar en términos de “concepto, función y afecto”. ¿Cuáles son los conceptos con desarrollo en profundidad que nos guiarán en estas transiciones? ¿Cuál es la función/ciencia que aplicaremos y cuál será la manifestación afectiva que nos hará vibrar cada día?

Ejemplificando esta cuestión “propósito” es el concepto. Concepto sobre el cual hay mucha confusión ya que hay tantos propósitos como personas en el mundo, sin embargo, una “razón de ser” poderosa es algo bien diferente, único.

Saber definir un propósito y desprender de él un árbol de objetivos es la función. La manifestación de los 5 talentos humanos es afecto, es decir, la manifestación de la pasión. Quizás esto de la pasión pueda parecer algo romántico o poético, sin embargo, tiene un aspecto muy práctico: “una o un colaborador apasionado produce en 4 horas lo que alguien no apasionado por lo que hace produce en 4 años”. Nada más pragmático que el afecto.

Podría escribir cinco páginas al respecto, pero considero que un primer buen paso es que cada quien reflexione sobre esta guía básica justamente para no convertirla en una receta reduccionista y homogénea.

Permitamos que la producción en serie, lo homogéneo, lo repetitivo, lo reduccionista y la normalización la desplieguen los robots y los algoritmos. Conservemos para nosotros la singularidad y multiplicidad que nos caracteriza.

Es muy probable que este año tan singular que hemos vivido entre el dolor de las pérdidas humanas, de negocios, económica, de reinvenciones, de nuevas ideas, de depresiones e inspiraciones sea tomado en el futuro como el año del gran quiebre hacia una realidad muy distinta.

Es probable, aunque no lo sabemos. Este “no sabemos” es propio de una realidad que nos ha demostrado que lo cierto es esquivo, que lo “normal” es la incertidumbre en la cual navegamos y pese a ello podemos encontrar la plenitud cada día.

PERFIL – ADRIÁN GILABERT

Experto en estrategias de transformación y bienestar organizacional. Autor del libro: El trabajo ha muerto.

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