La economía no está basada en el método científico. Es hora de reescribir los libros de texto universitarios

Crédito: Aldo Martínez, economista.

Viena (Austria) – Pese a que a la economía se la considera la más poderosa de las ciencias sociales en un sentido intelectual, así como es enseñada en los libros de texto universitarios, no está basada en el método científico.

Estos libros de texto son irremediablemente defectuosos, por lo que sería mejor que los mudemos a la sección de curiosidades antropológicas de las bibliotecas y escribamos unos nuevos. Pero las viejas teorías pueden ser difíciles de ignorar. Cuando una arquitectura intelectual se instala en las mentes jóvenes, entonces de adultos ya es muy difícil de cambiar.

Además, los economistas son muy buenos a la hora de explicar un comportamiento basado en el modelo racional, no importando cuán tonto el comportamiento pareciera ser. O como Keynes lo expresó alguna vez: “Los hombres prácticos que se creen exentos de toda influencia intelectual suelen ser esclavos de algún economista difunto”.

El poder de la economía como ciencia social se deriva del hecho de que tiene una teoría central unificada de la que casi todo lo demás sigue: la teoría del equilibrio general. Ninguna otra ciencia social tiene una base similar. Por el contrario, las teorías en otras ciencias sociales tienden a ser para fines especiales.

De hecho, la economía a menudo compara su campo con la física y de esa manera logra construcciones intelectuales a partir de unas pocas premisas básicas. Por ejemplo, John von Neumann y Oskar Morgenstern afirmaban que las nociones de utilidad y preferencia no son cuantitativamente inferiores a ciertas nociones bien establecidas e indispensables en la física, como la fuerza, la masa y la carga.

El problema es que de un tiempo a esta parte, las teorías de Einstein se han venido confirmando empíricamente y no el teorema de utilidad de Von Neumann y Morgenstern. Es más, la noción de utilidad ha sido vapuleada en experimentos psicológicos y aun así sigue campante en los libros de texto de microeconomía junto a otros artefactos sin asidero científico pero casi sagrados como la ecuación de Slutsky y el teorema de Coase.

Existen muchos problemas metodológicos en la economía académica. Por ejemplo, aunque las correlaciones y los pronósticos se hacen con mucho rigor matemático, las pruebas de hipótesis no son importantes, ya que ninguna teoría económica (mucho menos la teoría del equilibrio general o la hipótesis del mercado eficiente), como ocurre en otras ciencias, ha sido rechazada en base a las pruebas de hipótesis estadísticas.

La disciplina usa modelos para capturar la relación entre las variables para fines de análisis y previsión. Un modelo es un conjunto de suposiciones y tales suposiciones pueden basarse en axiomas o hipótesis. Los axiomas son proposiciones que se consideran evidentes, verdaderas y, por lo tanto, no se prueban.

Un ejemplo bien conocido de axioma en economía es la supuesta racionalidad de los individuos, aunque ha sido probado en experimentos psicológicos que no se sustenta en la vida real sino en un mundo de fantasía creado por los propios economistas académicos que más que ciencia (en el mejor de los casos) se dedican a hacer escolasticismo econométrico sin atrever a cuestionarse los fundamentos endebles de esta ciencia social. Para peor, munidos de estos axiomas, los economistas de la actualidad usan estas teorías para servir tanto a fines normativos como descriptivos.

Pero el defecto principal de la economía está en su premisa central: que las personas eligen optimizando a partir de una restricción de acuerdo a decisiones que son imparciales. Esta premisa se combina con el otro gran caballo de batalla de la teoría económica: el del equilibrio.

En mercados competitivos en los que los precios pueden moverse libremente hacia arriba o hacia abajo, esos precios fluctúan de tal manera que el suministro es igual a la demanda.

Optimización y equilibrio es una poderosa combinación que ninguna otra ciencia social puede igualar y es la que permite a los economistas describir los factores que determinan la asignación de recursos sujetos a las restricciones presupuestarias de los individuos en la sociedad.

Sin embargo, las premisas sobre las que descansa la teoría económica basada en optimización y equilibrio son defectuosas. En primer lugar, los problemas de optimización a los que se enfrentan las personas comunes a menudo son demasiado difíciles de resolver. Segundo, las creencias sobre las cuales las personas eligen no son imparciales.

La defensa clásica de algunos economistas cuando estas falencias son enumeradas es la de esgrimir que no hay otra alternativa para estudiar una ciencia tan difícil como la economía o lo que importa es la tendencia y no las excepciones. Aunque la tendencia hoy en día es que el modelo racional no se sustenta científicamente.

Otros economistas citan el argumento elaborado por Milton Friedman en “Essays in Positive Economics” en 1953 conocida como la F-Twist. En este ensayo, contradiciendo directamente al método científico y la noción de un falso positivo, Friedman afirmaba que las suposiciones en economía no tienen que ser realistas, y de hecho, mientras tengan un valor predictivo, cuanto menos realistas sean, mejor serán.

Para Friedman, la pregunta relevante sobre las “suposiciones” de una teoría no es si son descriptivamente “realistas”, porque nunca lo son (sic), sino si son aproximaciones suficientemente buenas para el propósito en cuestión.

No es entonces una sorpresa, que luego de más de 50 años de la F-Twist, cuando ocurrió la gran crisis del 2008, el público se dio cuenta de que la profesión económica no tenía idea sobre la economía real. En este sentido, las declaraciones de Solow y Greenspan ante el congreso de EEUU, quienes fueron llamados para abordar el fracaso obvio de los académicos y funcionarios economistas para identificar las advertencias y prevenir la Gran Recesión de 2008-2009, son lapidarias.

En su intervención, Solow esgrimió que los populares modelos de equilibrio dinámico estocástico dinámico no tienen nada que decir acerca de la política antirrecesión porque han construido en sus supuestos esencialmente inverosímiles la conclusión de que no hay nada que hacer para la política macroeconómica y esto es falso en una economía unida a un sistema financiero débilmente regulado y altamente apalancado.

Por otra parte, cuando reclamaron a Greenspan que él tuvo la autoridad para evitar las prácticas irresponsables de préstamos que llevaron a la crisis de las hipotecas subprime y que su ideología le empujó a tomar decisiones que le gustaría no haber tomado, solamente atinó a decir: “sí, he encontrado un defecto. No sé cuán significativo o permanente es. Pero estoy muy angustiado por ese hecho”.

También, Greenspan agregó “cometí un error al suponer que el interés propio de las organizaciones, específicamente los bancos y otros, era tal que eran más capaces de proteger a sus propios accionistas”. En pocas palabras, se podría decir que el castillo de naipes de la F-Twist propició la recesión al alentar el uso de suposiciones no realistas y ayudar a crear una ciencia social para nada predictiva y basada más bien en supersticiones como la macumba o el payé.

Aunque hoy en día existe un movimiento mundial que pretende aplicar un enfoque real a la economía académica, la discusión sobre el rechazo del método científico en las ciencias económicas desde las universidades no es nueva.

Uno de los primeros grandes economistas que se dio cuenta de esto fue Leontieff que ya en 1970 acusó a la profesión de una preocupación continua por una realidad “imaginaria e hipotética” en oposición a una realidad observable. Coase llegó a decir “nunca me gustó el Teorema de Coase. No me gusta porque es una propuesta sobre un sistema en el que no existen costos de transacción. Es un sistema que no podría existir. Y, por lo tanto, es bastante inimaginable».

Un caso gracioso es del nobel de Economía de 1990, Harry Markowitz, que desarrolló la teoría moderna del portafolio: su innovadora «optimización de portafolio de media varianza» mostró cómo un inversor podría hacer una asignación óptima entre diversos fondos y activos para maximizar los rendimientos a un nivel de riesgo dado.

Sin embargo a la hora de invertir sus propios ahorros para la jubilación ocurre lo inverosímil. Markowitz debería haber sido la persona perfectamente equipada para invertir su propio dinero de acuerdo a la optimización de portafolio de media varianza ¿Pero qué decidió hacer el flamante premio nobel de Economía? Pues en lugar de haber calculado las covarianzas históricas de las clases de activos y trazar una frontera de eficiencia, en sus propias palabras: “visualicé mi dolor si la bolsa de valores estaba subiendo y yo no estaba allí, o si bajaba mucho y estaba completamente metido en ella. Mi intención entonces fue el de minimizar mi remordimiento futuro. Así que dividí mis contribuciones en un 50% entre bonos y acciones”.

¿Por qué haría eso un flamante nobel de Economía experto en hacer inversiones? La anécdota de Markowitz y su estrategia de inversión podrían presentarse como un ejemplo de irracionalidad humana: frente a la complejidad de la vida real, abandonó el modelo racional y siguió una heurística simple. Pero es precisamente debido a la complejidad de la vida real que una heurística simple podría de hecho ser la solución racional.

Sin embargo, pareciera que no todo está perdido. La economía conductual es una de las ramas prometedoras de la nueva economía académica que se está escribiendo ahora para ofrecer alternativas al viejo modelo y devolver a la economía al mundo real y al ámbito científico.

Sin embargo, hasta ahora, lo único que pareciera haberse logrado es clasificar anomalías sin poder aportar métodos para estudiar verdaderos problemas macroeconómicos como lo son el desempleo, la inflación desmesurada o la desigualdad. Además, el mero hecho de que con la economía conductual se puedan hacer experimentos no significa que el método científico es llevado a cabo. Aún hay mucho trabajo.

Otra rama interesante que trata de incorporar los modelos de decisión basados en economía conductual en modelos computacionales para el estudio de la economía es la modelación computacional económica basada en agentes heterogéneos. Estos métodos tratan de incorporar las desviaciones de las expectativas racionales convencionales incluyendo el pensamiento de nivel k, aprendizaje social y adaptativo y la relajación de la suposición del conocimiento común de los agentes. Pero hasta ahora, esta rama no ha podido servir su propósito de ofrecer modelos sólidos. Otra vez, hay aún mucho trabajo.

Para ser honestos, grandes economistas como Samuelson, Arrow y Fischer Black también se preocuparon por las anomalías de su ciencia. Total, cuentan que hasta Max Planck dijo una vez a Keynes que en su juventud él había considerado estudiar economía pero que la encontró demasiada difícil.

A Samuelson, por ejemplo, le molestaba sumamente que la gente pudiera tener inconsistencias de tiempo contrariamente al modelo racional. Arrow, en el ocaso de su carrera, abandonó la idea de que la racionalidad es necesaria para la teoría económica.

Para Fischer Black, los estudios econométricos de datos de series de tiempo nos dicen muy poco sobre la economía. Pare él, las variables exógenas no son exógenas, las variables predeterminadas no están predeterminadas y las restricciones de identificación generalmente no están justificadas. El problema de identificación no tiene solución a nivel macroeconómico, por lo que las ecuaciones estructurales no son estructurales.

Los estudios econométricos pueden informarnos sobre las variaciones y covarianzas, incluidas las autocovarianzas. Pueden informarnos sobre las correlaciones, incluidas las correlaciones parciales. Pero no pueden decirnos nada directo sobre causa o efecto, impacto o influencia, estructura o significado.

Nos engañamos cuando decimos que una variable ayuda a «explicar» a otra. Esto suena como causalidad, pero realmente solo significa correlación había dicho Fischer Black. Por último, para Black, las relaciones estructurales son relaciones causales. Podemos utilizar la econometría para hablarnos sobre las relaciones estructurales solo cuando la correlación nos indique la causalidad. Incluso con rezagos y técnicas sofisticadas como la autorregresión vectorial, la econometría nos cuenta directamente solo acerca de las correlaciones. Esta es una razón por la cual es muy difícil probar las teorías económicas estudiando datos.

Reconstruir las ciencias económicas y sobre todo los textos que influyen en la política económica requerirá de muchos sacrificios aunque ya hay gente trabajando en ello. Pero mientras tanto solamente nos queda investigar más, esperar y recordar que de acuerdo a Thomas Kuhn, el descubrimiento científico comienza cuando nos volvemos conscientes de la presencia de la anomalía, con el reconocimiento de que la naturaleza de alguna manera ha violado las expectativas inducidas por el paradigma que rige la ciencia normal.

Es decir, como fue la revolución del modelo ptolemaico al copernicano, un cambio de paradigma es uno de los raros eventos en la ciencia cuando las personas hacen una ruptura sustancial con la forma en que el campo ha estado progresando y buscan una nueva dirección. Así, un aspecto importante del modelo de revoluciones científicas de Thomas Kuhn es que los paradigmas cambian solo una vez que los expertos creen que hay un gran número de anomalías que el paradigma actual no explica. Creo que estamos viviendo esos tiempos en las ciencias económicas.

Todo esto vale una analogía para ilustrar mejor. El uso de las sanguijuelas para sangrías en la medicina se remonta a hace más de tres mil años. En Grecia, Roma y Siria se creía que podían curar todo tipo de enfermedades, desde dolores o procesos inflamatorios hasta enfermedades oculares e incluso obesidad y patologías mentales.

Hoy en día son utilizadas solamente en cirugía reconstructiva. Si un médico llegase a aplicarlas para tratar una depresión, un problema de obesidad, el dengue o el mal de Chagas lo tratarían de loco y perdería inmediatamente su licencia.

En un futuro cercano, creo que algo así pasará con los libros de texto básicos actuales de microeconomía y macroeconomía utilizados en las universidades para enseñar a los estudiantes los conceptos económicos básicos que guían las grandes políticas públicas como el equilibrio del mercado, los costos marginales y las externalidades.

Casi todas las teorías que se enseñan ahí serán consideradas curiosidades antropológicas. Y no creo que saquen la licencia a los economistas que apliquen esas teorías, pero estos serán desterrados intelectualmente de los centros de enseñanza e investigación así como ya no hay médicos utilizando sanguijuelas para tratar enfermedades en los hospitales modernos.

Nunca nadie me contó esto antes y durante el estudio de la carrera de economía. Ojalá alguien lo hubiera hecho. La hubiera estudiado con otros ojos.

NOTA DEL AUTOR

Esta discusión es una que se está llevando ahora mismo a un nivel mundial. Hasta revistas no especializadas de gran tirada como “The Economist” y “Prospect” ya se han hecho eco del asunto.

The teaching of economics gets an overdue overhaul – The Economist 

Rip it up and start again: the case for a new economics – Prospect

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