Emilio Botín, el banquero que hizo global al Santander

Cuando el mes de octubre de 1989 Emilio Botín, que llevaba tres años al frente del Banco de Santander, lanzó al mercado la Supercuenta, por la que se empezaba a remunerar las cuentas corrientes de sus clientes, todo el mundo entendió que empezaba una nueva época en la banca española. Hasta ese momento era un cártel, un club de caballeros que se reunían cada mes a almorzar y comentar la marcha del sector. Fue Botín quien rompió ese statu quo: mes y medio después de las Supercuentas, el Santander pasaba de ser el quinto al cuarto banco español por depósitos… Hoy, es la mayor entidad financiera de la zona euro por capitalización bursátil y la séptima del mundo.

Botín imprimió una velocidad inusitada a aquel banco fundado por su bisabuelo a mediados del siglo XIX y este dinamismo arrastró al sector financiero español y también al europeo. En el ámbito nacional, a la guerra comercial de las Supercuentas siguió la victoria en la subasta organizada por el Banco de España para hacerse con el Banesto hundido por Mario Conde. Y Botín dio otra prueba de su vitalidad gestora el fusionarse con el Central Hispano, en enero 1999, en lo que fue la primera gran operación de concentración bancaria del euro.

La figura de Emilio Botín no se entendería sin la expansión internacional del banco. En América Latina -es el tercer banco privado en Brasil- y en Europa -con especial relevancia en Portugal y el Reino Unido, además de estar presente con fuerza en Alemania, Polonia o Países Bajos-, el Santander ha creado una franquicia global que, como dijo ayer Mariano Rajoy, lo convirtió en «el gran embajador de la Marca España».

Una de las claves de Botín fue su elección de grandes profesionales, que le ayudaron en la expansión del banco. En este sentido hay que destacar a Francisco Luzón, que pilotó el desarrollo en América Latina, y a su mano derecha durante años, Alfredo Sáenz, que tuvo que dejar el banco tras ser declarado culpable de un delito de acusación falsa. También fichó para el consejo al ex gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo, que jugó un papel clave para asegurar la solvencia del Santander en el inicio de la crisis.

Como buen banquero, Botín se llevó bien con todos los gobiernos con los que coincidió en el poder. Se recuerdan las fotos en la Ciudad Financiera del Santander con Zapatero, en septiembre de 2007, para mostrarle su apoyo en los inicios de la crisis: «Lo estás haciendo muy bien en Economía», le dijo. En octubre de 2013, cuando la recuperación sólo se atisbaba, y sabiendo que se malinterpretarían sus palabras en favor del Ejecutivo de Rajoy, afirmó que a España «llega dinero de todas partes». Su negocio dependía del Gobierno y no iba a ser él quien tirara piedras contra su propio tejado. La trayectoria profesional de Botín tiene claroscuros. Tuvo problemas con la Justicia por la comercialización de productos fiscalmente dudosos -las cesiones de crédito- y por las indemnizaciones millonarias otorgadas a los dos principales ejecutivos del Central Hispano tras la fusión. De estos procesos salió absuelto. Recientemente, la familia tuvo que regularizar una herencia que no había sido declarada.

Hay que destacar la rapidez con la que se ha producido el relevo. En apenas veinte horas el Santanter tiene una nueva presidenta, Ana Patricia, -la hija mayor-, con lo que se ha asegurado la continuidad de la saga frente a posibles movimientos accionariales que podrían haber aprovechado una supuesta debilidad del banco durante la transición. En cuanto al negocio, Botín ha dejado al Santander en una posición inmejorable. Es el primer banco del euro, está saneado -dicen los analistas que el mejor preparado de los grandes de cara a los test de estrés de octubre- y en condiciones de seguir creciendo ahora que llega la recuperación. Ana Patricia Botín tiene experiencia en dirigir un gran banco porque lo ha hecho en el Reino Unido, pero el Santander es otra división. Como suceder a un mito es muy difícil, que la acción del banco apenas se moviera ayer es un buen síntoma.

Fuente: Editorial de El Mundo

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